Isaías 33:2 Señor, ten compasión de nosotros; pues en ti esperamos.

                         Sé nuestra fortaleza cada mañana, nuestra salvación en tiempo de angustia.

El profeta hace una oración en medio de su profecía condenatoria. Al ver lo que le ocurrirá al destructor y al traidor (vs 1), el profeta suplica compasión, fortaleza y salvación. 

Compasión es ese quebranto que uno siente cuando ve a otro en situación desfavorable, es sentir lo que otro siente y dolerse por ello. Isaías le ruega a Dios que vea como están ellos y sea movido a misericordia. Eso es lo que rogaba el salmista cuando dijo en el salmo 103: “Recuerda que somos polvo”. Es la actitud del samaritano pasando y “siendo movido a misericordia” al ver al desafortunado a la orilla del camino. 

Fortaleza es una fuerza superior, el profeta pide que Dios sea la fortaleza, es decir que ponga sus fuerzas en nosotros. ¿Cómo enfrentar la oposición, la tentación y los desafíos? Cada uno de ellos son como “Goliatses” que se levantan en el campo de batalla, formidables enemigos, superiores a nosotros mismos. Es por eso que necesitamos asistencia divina, “Sé mi fortaleza cada mañana”. Allí al comenzar el día me inclino a orar y soy impartido por el Espíritu Santo para vivir una vida supranatural. 

Sin embargo, si en el devenir diario por allí resbalara, ora el profeta, conviértete en mi salvación. Cuando viniere el tiempo de angustia, cuando el enemigo pareciera imponerse, cuando mis pies trastabillan, cuando la montaña parece ser demasiado alta, conviértete en mi salvación. Ese es el grito de Pedro en medio de la mar, con agua hasta el pescuezo, es la oración de Ezequiel exponiendo las cartas de Senaquerib, es la canción de Pablo y Silas en la cárcel de Filipos.

En esta mañana hago mía la oración del profeta… necesito Compasión, Fortaleza y Salvación. 

Señor, tu me conoces, ten compasión de mí, recuerda quien soy, que a consecuencia de llevarte toda la Gloria escogiste lo necio y lo vil del mundo. Dame tu fortaleza para enfrentar los desafíos increíbles que Tu me  planteas, los enemigos formidables que el adversario levantan y aquellos escollos que de dentro desde mi debilidad misma yo levanto… y cuando todo falle no me dejes abandonado a mi necedad, sino se Tu mi salvación a los fines de que en mi vida siempre Tu te lleves toda la Gloria. Amén.