Mt 20:21 —¿Qué quieres? —le preguntó Jesús. —Ordena que en tu reino uno de estos dos hijos míos se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda. 22 —Ustedes no saben lo que están pidiendo —les replicó Jesús—. ¿Pueden acaso beber el trago amargo de la copa que yo voy a beber?

La madre de Juan y Jacobo está yendo a Jesús con un motivo meramente egoísta. Como toda madre, quiere apalancar a sus hijos para que estén en un lugar importante al lado de Jesús.

Este es un típico ejemplo de oraciones basada en nuestros intereses egoístas y nuestra percepción errada de la realidad. ¿Sabía la mamá de Juan y Jacobo que estaba pidiendo el sufrimiento para sus hijos? Claro que no!!! Ella estaba orando guiada por su visión sesgada por el amor.

Pienso cuantas veces oramos de esta misma manera, con una visión sesgada. Nuestras oraciones son expresiones de nuestra carne que está tan viva, tan fuerte dentro nuestro. Santiago observo lo mismo y escribió en su epístola:

Stg 4:3 Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. 4 !!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. 5 ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?

Cuando pido motivado por intereses egoístas estoy pidiendo bajo la influencia de un espíritu que es contrario al Espíritu Santo y anulo la posibilidad de la contestación a mi petición.

La mamá de estos dos discípulos seguramente habrá hablado con sus hijos, quienes le expresaron que no podían pedirle esto a Jesús y ella, comedida, fue y lo encaró al maestro y le pidió imprudentemente. Ella no sabía que Jesús subiría a la cruz y que el primero de los apóstoles que iba a ser martirizado sería su hijo Jacobo y que Juan sería el ultimo de todos los apóstoles  en morir en Efeso, después de una vida de persecuciones, prisiones y sufrimiento.

Cuantas veces Jesús oirá mi oración y dirá: - No sabes lo que pedís!!! Pregúntale al Espíritu para pedir conforme a mi voluntad, en la dirección de mis propósitos.

Cuantas veces me enojo porque Dios no hace caso a lo que pido y no me doy cuenta que es mejor que sea como El quiere y no como yo lo pido.

Hoy es un día para orar en sujeción al Espíritu Santo, examinar nuestra oración, limpiarla de toda petición egoísta, basada en mi propia visión parcial de los eventos. Después de todo esto fue lo que hizo Jesús cuando pidió que pasará de Él la copa, pero que no se hiciera lo que Él quería, sino la voluntad del Padre. Y Dios lo oyó, hizo su voluntad y por eso es nuestro Salvador.

Has lo que quieras de mi Señor, tú el alfarero, yo el barro soy. Dócil y humilde anhelo ser, cúmplase siempre, en mi tu querer. Amén.