Tengo un amigo, Bernardo, que es regalón. Siempre tiene un plan para regalarte algo, es una risa. No espera que sea tu cumpleaños, tiene esa conducta increíble. La semana pasada, terminamos de comer y me dijo: acompáñame. Fuimos a un negocio que estaba enfrente y ahí me compró un vino de $600 (30 dólares) y me lo regaló. Agradecí, lo llevé a mi casa y allí está, esperando el momento de un “asadazo” para sentarme tranquilo y disfrutarlo. Es un regalo, lo agradecí, lo tengo conmigo pero aún no lo he disfrutado.

Is 26:12 Señor, tú estableces la paz en favor nuestro,

porque tú eres quien realiza todas nuestras obras.

Sentado en mi galería, con el sol tenue dándome de costado mientras una brisa fresca corriendo, los perros durmiendo, Patricia leyendo un libro y yo simplemente respirando paz… esa es una de mis postales de la paz. ¿Cuál es la tuya?

La paz es bien increíble. Los romanos creían que la paz era la ausencia del conflicto, por eso como dice Tacito: “Los romanos hacen un desierto y a eso lo llaman paz” aludiendo a la destrucción del oponente de la maquinaria bélica romana para acallar todo conflicto y entonces podrían tener “Pax”. Por sus partes los griegos más filosóficos que los romanos usaban una palabra, “Eirene”, para hablar de la paz en medio del conflicto. La paz para ellos no era una condición externa, sino una determinación del corazón. Esta es la palabra que usa el Espíritu en el Nuevo Testamento para hablar de paz. Pero hay otro concepto, también Biblico y que es “Sahlom”. Shalom es estar seguro, i.e. (fig.) bien, feliz, amistoso; también (abstracto) bienestar, es salud, prosperidad, paz. Shalom es estar completo, restituido, en paz.

Isaías dice que el Señor establece el Shalom a favor nuestro. Eso determina que no es obra de lo que yo haga, sino de lo que El hace en mí. No depende de nadie, solo de El. Por eso Jesús pudo ser tan categórico cuando dijo:

La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Jn 14:27

Si es una entrega, es algo que no se produce, sino es algo que se ministra. Jesús nos entregó su paz, de la que tenía en Su corazón, nos la dio. Los consejos que Pablo da, no tienen como intención producirla sino dejarla actuar. La paz de la que habla Dios solo la ministra El y todos la tenemos, porque Él “la establece”. La palabra es “shafát”, colgar en o poner (la pava), algo que se coloca intencionalmente en ese lugar. El hace lo mismo con la paz, la establece en mi vida. Técnicamente no tendría que pedir paz, ya la tengo, solo nos resta “abrir” el regalo y disfrutarlo.

Para que no quede dudas Isaías agrega: “porque tú eres quien realiza todas nuestras obras.” Es Dios el que produce todas las cosas que disfrutamos en nuestra vida. La salvación, el gozo, las fuerzas, la paz entre otros son todos regalos producidos en el cielo e impartido a los que creemos… ¿dónde radica el problema? En que muchos no los disfrutan… hoy es un día para que descorches la paz que te fue entregada y la disfrutes sorbo a sorbo.

Recién hablaba con un pastor amigo que me lo crucé acá, en el aeropuerto, y me contaba de un tercero que está pasando una época de desasosiego, épocas que todos hemos pasado. Su intranquilidad lo ha metido en un pozo y le está dificultando seguir, a él, a su familia, a su iglesia… Aún así este hermano, al igual que nosotros, ha recibido su regalo. Esa paz, la que sobrepasa todo entendimiento ha sido establecida sobre su vida, pero como mi vino, reposa en un anaquel, esperando ser disfrutada.

Señor, ayúdame a disfrutar plenamente todo lo que me ha sido entregado en Cristo, especialmente “guárdame en completa paz, porque mi pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado”. (Is 26:2). Amén.